Hijo mío, exclamaba, quién puede
comparar tan terrible martirio.
Quién al ver de tu Madre el delirio
dura muerte intentara, traidor.
Del sepulcro la losa te oculta
a esos ojos que aniéganse en llanto.
Sola quedo, Hijo mío, y por tanto
sólo espero morir de dolor.
¡Por tus dolores ten compasión!
Pide y alcanza nuestro perdón.